Sólo triunfa en el mundo aquel que se levanta y busca las circunstancias y si no las encuentra, las crea. (George Bernard Shaw)
Si hay algo que he aprendido estos últimos años, es que prácticamente TODO lo que tiene alguna relevancia o importancia en la vida de una persona surge como consecuencia directa de su actitud.
Sí, es cierto que a veces cosas especialmente buenas o especialmente malas ocurren en nuestras vidas sobre las que no podemos ejercer ninguna influencia. No siempre somos responsables de nuestros golpes de suerte y algunas desgracias simplemente no pueden evitarse, pero estarás de acuerdo conmigo en que estos eventos completamente azarosos e independientes de nuestra actitud (buenos o malos) suelen ocurrir en casos muy limitados.
Incluso para que te toque la lotería necesitas haber comprado un boleto.
Hace algunas semanas escribí lo importante que es tener una actitud positiva en la vida, y por qué creo que las personas optimistas acaban llegando más lejos que las realistas. Pues bien, esta semana me gustaría hablar sobre otro aspecto: la proactividad.
Me gustaría explicarte por qué creo que tener una actitud proactiva es una de las habilidades que deberías ejercitar con mayor urgencia, y por qué pienso que es la clave que te llevará a tener la fuerza, la constancia y la genialidad necesarias para conseguir todo lo que te propongas.
¿Cómo se define una actitud proactiva?
Una actitud proactiva se caracteriza por incitar a las personas que la poseen a asumir el control pleno de sus decisiones y su conducta y a responsabilizarse para que las cosas ocurran de la manera que esperan y desean.
Según la RAE, una persona proactiva es aquella que toma activamente el control y decide qué hacer en cada momento, anticipándose a los acontecimientos.
Las personas proactivas son conscientes de su capacidad para influenciar y dirigir sus vidas; dejan de ver a los demás o a las circunstancias externas que les rodean como responsables de su suerte y se centran en las cosas que verdaderamente pueden cambiar.
Es por ello que en su lista de hábitos para el éxito, recogidos en el libro Los 7 Hábitos De La Gente Altamente Efectiva, el autor Stephen Covey le concede el primer puesto al hábito de tener una actitud proactiva.
¿Consideras que tienes una actitud proactiva?
A veces es importante detenerse unos momentos a analizar con qué tipo de actitud estás afrontando tu día a día.
Una forma de hacerlo es dedicar unos minutos a pensar en todas las actividades que has hecho en la última semana. ¿Qué porcentaje de ellas han sido fruto de tu entusiasmo, tu creatividad o tus ganas de conseguir tus metas, y qué porcentaje han sido impuestas por terceras personas?
Todos tenemos obligaciones que cumplir y compromisos que mantener, pero ¿crees que te sentirás realizado con tu vida y tu trabajo si no dedicas al menos el mismo porcentaje de tiempo a cumplir tus objetivos que a cumplir las tareas de los demás?
Por eso una condición indispensable para desarrollar y mantener una actitud proactiva es tener claras tus metas personales y los objetivos que quieres cumplir y llevar a cabo las acciones necesarias que te ayudarán a conseguirlas. Ya sea a corto, medio o largo plazo.
¿Por qué es tan difícil ser proactivo?
En mi opinión existen dos enemigos acérrimos de la proactividad: la falta de consciencia y el miedo al fracaso.
1 – La falta de consciencia
Si no eres consciente de la actitud que tienes en tu vida y en tu trabajo, ¿cómo vas a ser capaz de cambiarla?
Aunque parezca algo trivial, estamos tan acostumbrados a vivir con el piloto automático puesto, que no siempre somos conscientes de nuestra propia pasividad.
Durante los años que trabajé en una consultoría, me quejaba a menudo de que algunas de las tareas que tenía que hacer no estaban para nada alineadas con mis objetivos personales, ni con lo que yo quería conseguir realmente en el trabajo.
Probé a hablar con mi jefe y contarle mis inquietudes, para ver si podía dedicar más tiempo a los proyectos que verdaderamente me gustaban y menos a los demás, pero esto no tuvo ningún resultado. Sí, ahora él sabía que no estaba contenta con algunos proyectos, pero nada más.
Con el tiempo – y un poco de perspectiva tras cambiar de trabajo – me di cuenta de que yo podría haber influenciado más activamente el tipo de proyectos en los que tenía que trabajar, si hubiera tenido una actitud proactiva.
¿Cómo? De mil maneras.
- Podría haber contactado a otros equipos que trabajaban en la temática que me encantaba y haberme ofrecido a ayudarles, en lugar de esperar que mi jefe lo hiciera por mí.
- Podía haber comentado con algunos clientes regulares lo que podría hacer por ellos y haberme encargado más activamente de buscar clientes con este perfil, encargarme de escribir ofertas, etc.
- Podía haber dedicado mi presupuesto anual de formación a especializarme en esta temática, a atender a congresos, etc.
- Podía haber empezado a postear en linkedin sobre el tema, a ponerme en contacto con otros expertos y seguir sus actividades.
- … Y una larga lista
De algún modo me sentía a la expectativa; estaba esperando que algo ocurriera, como ganar un proyecto que cumpliera todas mis expectativas o que alguna persona apareciera y tuviera una oferta perfecta para lo que andaba buscando. Pero nunca llegué a pensar que yo podía cambiar activamente la situación, lo que demuestra una ingenuidad increíble – pero real.
Además, ¿y si intentaba hacer algo diferente y fracasaba en el intento?
Entonces todo el mundo sabría que no era capaz de conseguir lo que me proponía.
2 – El miedo al fracaso
El miedo al fracaso suele ser el siguiente factor que más contribuye a impedir que las personas desarrollen una actitud proactiva.
Si decides hacer algo y acaba saliendo mal a causa de una falta de competitividad, visión o esfuerzo, la culpa del fracaso será solamente tuya. No habrá otras personas o circunstancias a las que culpar. Y si no tienes muy claro lo importante que es fracasar para seguir aprendiendo y mejorando como persona, es posible que el miedo al fracaso te paralice.
Este pensamiento aterra a muchas personas, hasta el punto de mantenerlas atadas a su zona de confort, donde pueden quejarse a gusto de que el mundo está en su contra sin asumir los riesgos que supone intentar cambiar las circunstancias.
Ahora he aprendido que si quiero que algo ocurra, tengo que ser la primera en analizar la situación y buscar estrategias. Y probar, probar y probar hasta dar con la tecla.
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Si te ha gustado el post, no te pierdas el de la semana que viene. En él te hablaré de las bases de la proactividad y de las diferencias entre una persona proactiva y una reactiva.
¡Hasta la semana que viene!
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