Cuando pienso en la cantidad de cosas que quiero hacer ahora y lo limitado que es el tiempo, que obliga a tener que priorizar y descartar sin piedad las ideas menos relevantes, casi me cuesta creer que durante varios años no tuviera ningún proyecto personal que me ilusionara lo suficiente como para querer dedicarle cada gramo de creatividad y energía.
No hablo de tener tiempo suficiente para las cosas que “hay que hacer”. En esto seguro que estás de acuerdo, que el tiempo vuela y que nunca es ni será suficiente para ponernos al día de todas las cosas pendientes. Que las obligaciones, tanto externas como auto-impuestas, siempre crecen más rápido que nuestra capacidad para ocuparnos de ellas.
Hablo de tener que priorizar entre varias ideas que te ilusionan, ideas que sabes que te podrían ayudar a conseguir algunas de tus metas personales, pero a las que no puedes dedicarle el tiempo necesario.
Priorizar sueños, es un trabajo más difícil y desagradable que priorizar obligaciones.
En particular, durante los últimos años que pasaron antes de que me decidiera a dejar mi trabajo y cambiar de rumbo, viví sin desconectar el piloto automático y sin tener un solo sueño que me entusiasmara y por el que considerara que merecía la pena esforzarse.
No es que llegara a casa y no tuviera nada que hacer. Trabajaba mucho y los días simplemente se pasaban volados sin que tuviera la sensación de haber hecho nada por mí misma que mereciera verdaderamente la pena. De algún modo, sentía que estaba atrapada en una ruleta; aunque estaba en constante movimiento, no tenía la impresión de estar avanzando.
La voluntad de poder – para todo el que encuentra su porqué
Aunque finalmente acabé decidiendo estudiar ingeniería, durante el colegio me encantaba la asignatura de filosofía y a menudo compraba libros de grandes filósofos, que me gustaba tener y ojear aunque nunca llegara a leérmelos del todo.
Uno de esos libros, fue una recopilación de fragmentos sobre el nihilismo de Nietzsche. En la contraportada del libro, se podía leer:
Lo que relato es la historia de los próximos siglos. Describo lo que viene, lo que no puede venir de otra manera: el advenimiento del nihilismo. Esta historia puede ser ya narrada: pues la necesidad misma está aquí en marcha. Este futuro habla ya a través de un centenar de signos, este destino se anuncia por todas partes; para esta música del porvenir están aguzados ya todos los oídos. Ya, desde hace mucho tiempo, con una tensión torturante que crece de decenio en decenio, toda nuestra cultura europea se mueve, como hacia una catástrofe: inquieta, violenta, precipitada: como una corriente que quiere llegar al final, que ya no recapacita, que tiene miedo de recapacitar (Fragmentos póstumos 1881 – 1888, Nietzsche)
Nietzsche me fascinaba. Con 18 años, estaba pasando por una pequeña crisis al no poder decidirme sobre qué carrera estudiar, porque nada llamaba de forma especial mi atención y estaba convencida de que su pesimismo era justificado. Que poco a poco las personas estábamos perdiendo la pasión y las ganas de conquistar nuestras propias cimas, asumiendo que los sueños son fantasías inalcanzables de las personas que viven en las nubes y que lo racional y lo normal es conseguir un trabajo práctico y con muchas salidas, que nos permita tener un salario que pague caprichos y deudas y nos mantenga anhelando la libertad de la jubilación. Que nuestra voluntad individual se estaba difuminando y que cada vez era más común, dejarse llevar por los cánones de la sociedad y no ir inventando nuestro camino según lo vamos andando.
Aunque el libro dejó una huella profunda en mí, unos meses después salí de mi crisis, empecé una carrera en la universidad y olvidé que alguna vez había pensado que estaba tomando decisiones sin sentirme del todo apasionada.
Y durante muchos años no me volví a acordar del tema.
Hasta que de repente un día, después de mucho tiempo, hice un examen de conciencia y me vi sin sueños, sin nada por lo que esforzarme, sin saber qué hacer y con tanto miedo al fracaso y a decepcionar a las personas que me rodeaban, que me sentía completamente paralizada y sin la valentía para dar ningún paso.
Darme cuenta de que había sido víctima de lo que más temía, fue un punto de inflexión en mi vida. Recordé a Nietzsche y a tantos otros pensadores, actuales y de la historia, que hablaban de la muerte de los sueños y de cómo encontrar “la voluntad de poder”.
Este gris horizonte, sólo podía salvarse con el advenimiento del “superhombre” encarnado en personalidades carismáticas que poseen capacidad de iniciativa y decisión, y además saben transmitirlas a cuantos les rodean. (Tiempos modernos: mitos y manías de la modernidad, Rafel Cuesta Ávila)
Nietzsche bautizó como superhombre a aquel que consigue vencer el nihilismo, encuentra la pasión necesaria para llevar las riendas de su propia vida y empieza a tomar decisiones de forma consciente. Aquel que puede mirar hacia atrás y alegrarse de haber vivido una vida plena, disfrutando cada momento.
Hoy en día, este concepto sigue empleándose en parte y se ha traducido a palabras como “la mentalidad del éxito” o “la actitud de las personas triunfadoras”.
El superhombre, no es tal por nacimiento, sino que ha aprendido con el paso de los años a desarrollar esa mentalidad que lo diferencia de los demás y le permite llegar adonde los demás ni siquiera se plantean. Todos podemos serlo, si aprendemos a escuchar los mensajes que nuestra conciencia nos manda y nos atrevemos a ser coherentes con nosotros mismos.
Acabando con el nihilismo
Ahora que he vuelto a recuperar la ilusión, que vuelvo a tener sueños y metas que me gustaría alcanzar, tanto realistas como completamente fuera de escala, me doy cuenta de que estuve viviendo con el piloto automático encendido durante demasiado tiempo.
Fueron necesarias dos etapas diferentes, para que cambiara mi forma de pensar y me atreviera a tener una vida más consciente.
La primera, supuso darme cuenta de que me estaba dejando llevar por la rutina, por la vida y por lo que los demás esperaban de mí, sin hacerle caso a mis propias ambiciones. El problema de darme cuenta de esto, es que hacía tanto tiempo que no me dedicaba a cumplir mis sueños, que había olvidado cuáles eran. Por más que me esforzara, no era capaz de imaginar qué podía hacerme feliz.
La segunda etapa estuvo marcada por el agobio que me suponía no tener retos personales. Esta fase duró algunos meses, hasta que llegué a mi punto de inflexión que me permitió romper con todo y volver a recuperar mis sueños.
Después de esto, empecé a aceptar que aunque aún no supiera exactamente cómo podía ser el camino que me permitiera alcanzar estos sueños, tenía que estar en el buen camino porque estaba eligiendo cada paso que quería dar.
Así que si te encuentras en una situación parecida, acuérdate de hacerte estas preguntas:
- ¿Sientes que eres tú el que toma las decisiones de tu vida o te estás dejando llevar?
- ¿Ocupas tu tiempo en algo que te apasione; ya sea en tu trabajo o fuera de él?
Si alguna de tus respuestas es NO y esto te preocupa, quizá ha llegado el momento de que empieces a trabajar en ello.
Es posible que lo que te espere no sea un proceso sencillo. Que pasen algunos meses de bloqueo y de agobio, hasta que puedas darle la vuelta a la situación y recuperar las cosas que verdaderamente te apasionan.
Pero te aseguro que si yo lo he conseguido, tú también puedes hacerlo.
¡Descubre al superhombre dentro de ti!
Hola! Me gusta mucho como has resumido ese proceso de búsqueda…en esas dos grandes preguntas, que son muy muy buenas! estoy de acuerdo contigo en que son fundamentales para poder darte cuenta de si tienes el control de tu vida…y animo a que todos tengan un minuto de reflexión…y no se asusten si es que las respuestas son un «no….» jeje….porque, no pasa nada! al contrario! probablemente sea el inicio de un buen cambio!
Te felicito de nuevo por el artículo Estela! soy fiel seguidora tuya….
Me alegro de que te haya gustado Rocío y gracias por escribir estos comentarios que levantan el ánimo! 🙂
Hay que ver Limited sunset.
La verdad es que no la he visto, me la apunto!
Hola Estela , si he llegado a tu pagina es porque me he estado haciendo preguntas importantes últimamente, siento que no vivo plenamente. siento que me faltan grandes y fuertes motivaciones que puedan darle un verdadero sentido a mi vida. sin embargo, al igual que a ti te paso. tengo miedo a defraudar a las demás personas.
me he venido a francia a un master de arquitectura y me he endeudado ya para pagar mis estudios (me falta este año y el proximo). me gusta mucho francia y todas estas nuevas experiencias a las que estoy sometido. sin embargo no tengo metas claras de que hacer después. Esto ocasiona que no pueda sostener mi motivación y que tenga que estresarme para terminar algunos de mis proyectos.
si hay algo que le falta a mi vida es claridad. me considero una persona super trabajadora, pero siento que no me hace bien vivir en esta indefinicion mental. efectivamente miro atras y no es lo que esperaba. me pasa que me interesa todo y nada en particular. Y siento que no hay un tema especifico que me apasione.
me da mucho gusto que hayas logrado salir de ese horrible piloto automático y quiero que sepas que me ha ayudado mucho leer tu pagina. Un saludo
Hola Gonzalo, me alegra mucho saber que te está ayudando mi blog.
Sí, tener una visión es fundamental para poder sentir que vamos acercándonos a ella con cada paso que damos; te animo a dedicarle tiempo a pensar en tus objetivos y dónde quieres llegar con tu master, tu trabajo y tu vida, para poder empezar a trabajar por ello.
Saludos!
me encanto tu articulo, estoy en la parte en la cual, ya salí de ese estado de cuestionamiento y de una vida sin sentido… aun no le encuentro el sentido o mas bien el propósito, sin embargo tengo pequeños planes a corto plazo y eso me esta motivando realmente. Una frase que expresa como me siento en estos días es : Todos tenemos dos vidas, la segunda empieza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una.
Me alegro de que te haya gustado Ame 🙂