Una de las experiencias que pude vivir en Corea del Sur y que desde hace algún tiempo me llamaban la atención, fue visitar un monasterio budista y aprender un poco sobre la cultura budista coreana.
En Seúl hay varios templos que ofrecen programas a puertas abiertas para turistas, que incluyen visitas guiadas y estancias de varios días de duración y que permiten desconectar del agitado ritmo de la metrópolis y sumergirse en el modo de vida tradicional de los monjes budistas.
Visita al templo Jingwansa

Aunque en un principio mi idea era pasar una noche en el monasterio, leí que el programa incluía levantarse a las tres de la mañana para meditar antes del desayuno y realizar las 108 postraciones y otros rituales de los monjes. Como al fin y al cabo estaba de vacaciones y llevaba dos semanas sin parar y sin pegar ojo, primero por el jetlag y después por los colchones duros como piedras que me había encontrado en todos los alojamientos, acabé optando por una versión descafeinada y elegí un programa de medio día en el templo de Jingwansa, uno de los pocos monasterios que alberga a una comunidad de monjas budistas y que se encontraba a las afueras de Seúl. El programa incluía una visita guiada al templo, una comida típica del monasterio (vegetariana y deliciosa), una meditación en grupo y los rituales de la ceremonia del té.
Ji-yoon, la monja que recibió a nuestro grupo y nos acompañó durante la estancia, comenzó guiándonos por los entornos del templo desde la entrada del mismo, introduciéndonos en su historia y en la tradición budista coreana. A continuación, nos llevó a una sala del templo para explicarnos los ritos de la ceremonia del té y nos contó su historia personal y por qué había decidido ingresar en el monasterio.
Tras morir su hermana en un accidente, Ji-yoon quedó en un estado permanente de tristeza y perdió la ilusión por todo. Nos contó que tras conseguir superar el shock inicial y aceptar que su hermana había fallecido, intentó volver a su vida normal y recordar los motivos que tenía para ser feliz. Pero no lo consiguió. Todo lo que le hacía feliz antes de morir su hermana, ahora le parecía insulso y no la llenaba.
“En mi búsqueda de la felicidad, consulté la respuesta de varias religiones y me sorprendió darme cuenta de que la mayoría prometían la felicidad en el futuro, pero no en el presente. Sin embargo el budismo proponía la felicidad como un camino diario y no como un destino al que aspirar. Esta idea me pareció tan interesante, que decidí conocer en profundidad el camino budista y sus enseñanzas respecto a la felicidad. Desde ese momento han pasado catorce años y esto es lo que he aprendido:
La felicidad es una elección personal. Yo estaba obsesionada con encontrar la experiencia, el libro, la relación que pudiera devolverme la felicidad y no me daba cuenta de que no consistía en buscarla fuera, sino simplemente en elegirla.
¿Y cómo se elige la felicidad? Pues, simplemente, levantándose cada mañana y proponiéndose ser feliz. Proponiéndose no quejarse de las circunstancias para no transmitir a los demás estos malos sentimientos y acabar en un círculo vicioso negativo y proponiéndose no depender de ningún agente externo para ser feliz, evitando así decepcionarse.
Las personas que dependen de una persona, una circunstancia o un objeto para ser felices, nunca lo serán. La felicidad es una elección diaria y una obligación personal”
Aunque yo ya había oído anteriormente esto de que “la felicidad es una elección”, nunca me lo habían explicado de una forma tan simple y a la vez tan clara.

Lo que Ji-yoon intentó explicarnos ese día brevemente en el monasterio Jingwansa, resume la diferencia que históricamente existía en la forma de definir la felicidad entre oriente y occidente, que persiste a pesar de que cada vez avancemos más hacia la globalización y la unificación de modos de vida entre ambas tradiciones.
Mientras que la filosofía tradicional de oriente concibe la felicidad como un estado de armonía interna que perdura en el tiempo, la filosofía tradicional de occidente considera dos tipos de felicidad:
- La felicidad hedónica, vinculada al bienestar que se obtiene al realizar actividades centradas en uno mismo y conseguir evitar el sufrimiento, como puede ser comer, dormir o comprarse un helado.
- La felicidad eudaimónica, que se consigue al autorrealizarse, alcanzando metas propias o realizando actividades de tipo altruista.
Aunque la felicidad eudaimónica se asemeja más a la definición oriental, ambos conceptos definen la felicidad como un estado pasajero, influenciado por una circunstancia externa (cumplir objetivos o satisfacer una necesidad).
Ya que conocemos la teoría, ¿somos ahora más felices que antes?
Se ha escrito mucho sobre la felicidad a lo largo de la historia y se investiga sobre ella desde hace miles de años. Y aunque cada vez haya más teorías, bases de datos, análisis y un mejor acceso a la información, no estamos ahora más cerca de descubrir las claves de la felicidad de lo que podían estar los antiguos griegos.
De hecho, muchos estudios han revelado que hay países con muy buenos índices de prosperidad y desarrollo, que lideran las listas con las mayores tasas de depresión. Y aunque muchos expertos trabajan en analizar el porqué, aún no existe un consenso claro.
Lo que seguro que has experimentado, es que se puede ser muy feliz sin ningún tipo de lujos y muy infeliz rodeado de ellos y aunque tu equipo gane la copa de Europa o acabes de recibir muchos regalos por tu cumpleaños.
De hecho en el primer mundo, solemos asociar la felicidad a estados de ánimo positivos que se derivan de algunas acciones o de ciertas noticias y que nos hacen olvidar de forma transitoria el resto de nuestros problemas y obligaciones, generándonos un cierto sentimiento de equilibrio inestable. Este tipo de felicidad, fundamentalmente hedonista, crea una sensación que puede ser muy intensa, pero que suele desvanecerse rápidamente y que tiende a perder fuerza conforme el estímulo positivo que provocó el estado de ánimo se repite. Por ejemplo, es posible que disfrutes mucho comiendo tu plato favorito, pero si lo comieras durante varios días seguidos, probablemente ya no sentirías la misma alegría que el primer día.
Sin embargo existe otro tipo de felicidad, que a lo mejor no se percibe de forma tan intensa pero que se ha demostrado que tiene efectos mucho más beneficiosos. Es el sentimiento de estar en paz consigo mismo y sentirse libre y dueño de sus elecciones personales.
Y aunque ninguna felicidad es permanente y siempre seremos vulnerables a las circunstancias de nuestro entorno, este sentimiento puede prolongarse durante un largo periodo de tiempo, demostrándonos que podemos aspirar a ser felices a largo plazo y que existen otras alternativas y otros estilos de vida.
Y lo importante de esta felicidad duradera, es que no suele aparecer como reacción a una causa externa, sino que proviene de nuestro interior y como resultado de nuestras elecciones personales. Por lo tanto, aunque pueda verse afectada por alguna mala noticia, si conseguimos mantener unas costumbres sanas de cuidarnos, estimarnos, vencer el miedo a tomar nuestras propias elecciones y amar lo que hacemos en el día a día, es probable que podamos volver a generar las circunstancias para que esta felicidad se vuelva a dar.
Creo que este estado es lo que Ji-yoon intentaba explicarnos diciendo que la felicidad es una elección y que es el estado que todos buscamos y por el que debemos trabajar.
Imágenes: templo Jingwansa
Nota: Ji-yoon no es el nombre real de nuestra guía del templo, pero no conseguí entender su nombre en coreano
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