Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo (Viktor Frankl)
La búsqueda de sentido es una pregunta tan antigua como la historia del hombre. Y sin embargo, hay personas que se angustian con la idea de no poder encontrarlo y se frustran cuando no llegan a una conclusión útil y hay otras que viven tranquilamente aceptando que estamos aquí para ser felices y que hay que disfrutar la vida.
Y ambos tipos de personas piensan que la otra se equivoca; una, porque pasa su vida preocupándose por algo que no es capaz de resolver ni solucionar y que puede no significar nada realmente y la otra, porque no se preocupa de buscar y cumplir la función que tiene en este mundo efímero.
Dejando atrás la metafísica y volviendo a poner los pies en el suelo para centrarnos en nuestro día a día, la búsqueda de sentido no es sólo una forma de invertir horas reflexionando sobre grandes preguntas sin respuesta. Algunas personas han convertido esta curiosidad en su modo de vida e intentan constantemente encontrar el sentido a todas las actividades de su vida.
Hace poco leí en un artículo, que esta característica es propia de personas con mucha creatividad e imaginación, personas a las que se les denomina “altamente creativas”. En el artículo se cita al psicólogo Scott Barry Kaufman, de la Universidad de Nueva York, que ha dedicado sus estudios al análisis del comportamiento de las personas creativas y al efecto que la creatividad causa en ellas, diferenciándolas de las demás personas. Kaufman afirma que estas personas tienen una mente más compleja y caótica y que por ello les resulta más difícil conocerse a sí mismos.
“La gente creativa es insaciablemente curiosa; normalmente, optan por cuestionar cualquier aspecto de la vida, e incluso cuando envejecen mantienen su sentido de la curiosidad. Ya sea mediante una conversación intensa o mediante una reflexión en solitario, las personas creativas observan el mundo a su alrededor y quieren saber por qué, y cómo funcionan las cosas” 1.
Puede que esto sea un rasgo que predomina en las mentes creativas, pero ya sea creativa o no, todos conocemos a alguna persona que tiende a pensar – quizá en exceso – sobre el sentido de todo lo que le rodea y tiene una tendencia más pronunciada a frustrarse por no encontrar siempre una respuesta a sus preguntas.
Yo no me considero especialmente creativa, pero sí es cierto que desde que puedo recordar, tengo la necesidad de encontrar el porqué de todo. Ya en el colegio me pasaba que si no me explicaban de dónde venían los razonamientos o las fórmulas de matemáticas, no era capaz de aplicarlos. De hecho, no podía entender que otras personas sacaran buenas notas simplemente creyéndose que lo que les decían estaba bien y sin buscarle la lógica a las cosas.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que hay personas que siempre tienen que entenderlo todo y encontrar respuestas a sus porqués, incluso de las cosas más pequeñas, y hay otras que son perfectamente felices sin saberlo. De hecho, no desperdician ni un minuto de sus vidas en pensar que se están perdiendo algo; simplemente aceptan las cosas como son.
Estas personas se diferencian hasta en los momentos más triviales.
¿Nunca te ha pasado que vas al cine con un amigo a ver una película de suspense o con un argumento complejo y de repente, no entiendes bien por qué el protagonista toma una decisión concreta? Y cuando te giras a preguntarle a tu amigo si te puede explicar qué ha pasado con detalle, éste te manda callar y te dice: “qué más da, es sólo una película”. Y la sigue viendo tan tranquilo, sin que le perturbe lo más mínimo pensar que se ha podido perder algo importante del argumento y disfrutando lo que queda.
Para mí, quedarme sin entender el porqué de una película o al menos una interpretación plausible de lo que el director ha querido transmitir, es impensable.
De hecho tengo la teoría de que uno puede saber qué tipo de persona es sólo con ir a ver la película “Origen”. Si vas a verla y cuando sales del cine no tienes ninguna teoría ni la necesidad de comentar las posibles interpretaciones, probablemente eres de los que vive el día a día sin cuestionarse el sentido de todo y simplemente disfrutando el presente. Si por el contrario, eres de los que comenta la película durante todo el camino de vuelta y al llegar a casa necesita entrar en varios foros para leer posibles interpretaciones, hasta llegar a una conclusión que te deje medianamente satisfecho, ya sabes en qué grupo estás.
«La curiosidad mató al gato» – la maldición de pensar demasiado
¿Crees que perseguir encontrar el sentido de todo hace mejor a una persona, o piensas que es más bien un atributo negativo?
Muchas veces me he preguntado si necesitar llegar al fondo de las cosas y querer encontrar siempre la pieza que falta en el puzle es una virtud o un defecto. ¿No sería más sencillo vivir la vida sin preguntarse por qué estamos aquí, si te llena o no el trabajo que haces o si Leonardo DiCaprio seguía dormido o no al final de la película Origen?
Seguramente nos ahorraríamos muchas frustraciones y muchas horas de meditar sobre asuntos que no siempre tienen una respuesta.
Sin embargo, ser “insaciablemente curioso” también puede tener sus ventajas.
A fuerza de preguntarse continuamente acerca de cómo funcionan las cosas y de observar los detalles de su entorno, las personas curiosas acaban desarrollando una mayor empatía y una mayor agilidad mental, lo que les otorga facilidad para “conectar los puntos”, en palabras de Steve Jobs, y poder crear algo original.
Por otra parte, las personas que continuamente se preguntan por qué y no se paralizan ante estas situaciones sino que perseveran en encontrar una respuesta, acaban definiendo con mayor claridad los objetivos que persiguen, lo que incrementa sus posibilidades de acabar consiguiéndolos. Además, como continuamente someten a examen los pasos que van dando en el camino, corren un menor riesgo de que los proyectos que empiezan no acaben funcionando por culpa de un mal planteamiento.
El problema aparece cuando uno se plantea estas preguntas demasiado a menudo y no es capaz de encontrar cada día una respuesta que sea del todo convincente. Es decir, tu yo creativo intenta empezar un nuevo proyecto y tu yo «curioso» no acaba de entender del todo por qué lo vas a hacer realmente. Sobre todo en las primeras fases de un proyecto, cuando los objetivos aún no suelen estar bien definidos y cuando más difícil resulta arrancar, es posible que si te dejas llevar por la frustración de las preguntas sin respuesta, pierdas la ilusión y acabes dejando a medias todo lo que empiezas.
A mí me encanta llevar nuevas ideas a la práctica, pero a menudo me ocurre que cuando estoy a medio camino, pierdo la motivación y no recuerdo por qué era tan buena idea y acabo abandonando los proyectos.
Por eso, ahora que me conozco, antes de empezar un proyecto me hago las siguientes preguntas:
- ¿Por qué quiero hacer este proyecto?
- ¿Qué me va a aportar si consigo terminarlo?
- ¿Qué me va a alentar a terminarlo, aun cuando haya días difíciles en los que no salgan las cosas?
Anoto las preguntas en un papel y los cuelgo encima de mi mesa de trabajo. Así, cuando al día siguiente vuelve a pasar por mi cabeza la pregunta de por qué me he embarcado en este proyecto, no tengo que perder tanto tiempo en encontrar – una vez más – una respuesta, sino que simplemente puedo levantar la vista y recordar mis motivos. Y si se me ocurren algunos nuevos, los añado. Es muy simple, pero me ahorra frustraciones inútiles y me evita que acabe descartando ideas antes de que den resultados, algo muy característico de las personas que siempre cuestionan todo.
¿Entonces, es una desventaja preguntarse continuamente por el sentido de las cosas? Sólo si dejas que la curiosidad te desvíe de tu camino y no la contraatacas con una cierta dosis de pragmatismo.
La búsqueda continua de sentido puede ayudarte a definir mejor lo que esperas conseguir en la vida y a poner los medios para conseguirlo.
Sin embargo, si llegas a frustrarte porque no encuentras las respuestas que buscas, recuérdate a ti mismo que se hace camino al andar y que muchas preguntas se responderán por sí solas cuando hayas andado lo suficiente.
Fuente imagen 1
Fuente imagen 2: picjumbo
Alude muy bien a “quien pretende verlo todo con claridad antes de decidir,nunca decide» Muy interesante
Hola María, me alegro que te haya parecido interesante. Como bien dices, el que quiere verlo todo con claridad acaba cediendo ante las dudas y nunca se atreve a tomar una decisión. Por eso en algunos casos es mejor dejarse llevar y tener fe en que todo saldrá bien.
A veces hay que plantearse que parte de las cosas que trae la vida son un misterio y es imposible llegar al sentido de todo. Si tu impulso por conocer es enriquecedor adelante …sí te hace sufrir quizá ese afán por conocer es demasiado.
Eres muy creativa y transmites mucho en tus reflexiones,te planteas dedicarte profesionalmente a ello?
¡Gracias por tu comentario Inma!
Tienes razón, tenemos que aprender a dejar de lado lo que nos hace sufrir y darle la bienvenida a las experiencias que nos enriquecen, sobre todo si vienen de nosotros mismos.
Escribir siempre ha sido mi pasión y por eso ahora he decidido abrir esta pequeña ventana de reflexión. Aún no sé adónde me llevará, por supuesto que me encantaría poder llegar a muchas personas, pero por ahora me estoy dejando llevar. Como dijo Machado: que las olas me lleven y las olas me traigan 🙂