
Nunca he sido una gran ahorradora.
De pequeña, me parecía increíble que mi hermana pudiera estar acumulando una pequeña fortuna solamente con la paga que mi padre nos daba cada fin de semana, mientras que a mí me desaparecía el dinero de las manos como por arte de magia en cuestión de horas.
Así que cuando empecé a trabajar y a ganar un sueldo decente que me permitiera cubrir mis gastos y vivir holgadamente, tras los primeros meses en los que no ahorré nada en absoluto, decidí empezar a llevar un control de gastos, que me permitiera entender por qué el dinero se esfumaba a final de cada mes.
No es un ejercicio que haya que llevar al milímetro, ni por el que haya que obsesionarse, pero desde que empecé a hacerlo me ha resultado muy útil para tener una idea de cuáles son mis gastos fijos y cuánto dinero invierto en ciertos caprichos.
Y aunque durante el año no suelo prestarle demasiada atención, cuando el pasado Diciembre hice mi evaluación anual, aproveché para echarle un vistazo a mis cuentas y hacer una comparación con el resto de los años.
Y lo que vi, me sorprendió mucho.
Algunas falsas creencias sobre nuestros gastos
Como sabes, en 2015 me tomé unos meses libres para viajar y pensar cómo quería reorientar mis próximos pasos.
Antes de lanzarme a la aventura, de viajar por todo el mundo y de apuntarme a varios cursos, hice cuentas y asumí que iba a ser un año de muchos gastos y de ingresos limitados y que podía olvidarme de mis planes de ahorros.
Y fue así, pero sólo en cierta parte.
Aunque es verdad que durante 2015 tuve muchos menos ingresos y había tenido que echar mano a mis ahorros, no era cierto que hubiera sido un año de gastos extraordinarios. De hecho, el volumen de gastos totales era muy parecido al que tuve durante 2014. Resulta que a pesar de haber viajado sin descanso por Europa, Corea del Sur, Australia, Nueva York y de todos los cursos que había hecho y otros nuevos hobbies que había empezado (y créeme, en Alemania no es fácil encontrar un hobby barato), mis gastos totales habían permanecido similares a los de años anteriores de trabajo non-stop y vida acelerada.
¿Era esto posible?
Es cierto que durante estos años nunca me privé de hacer las cosas que quería. Siempre fui de vacaciones e intenté aprovechar mi tiempo libre al máximo.
Pero si sólo hice un viaje de vacaciones al año y algunas escapadas cortas con amigas o para visitar a mi familia, no invertí en ningún curso de formación y el único hobby que pagaba era el gimnasio… ¿no debería haber gastado mucho menos que durante mi año exploratorio?
Intentando buscar una respuesta a esta pregunta, revisé un poco más en detalle mi balance de gastos de 2013 y 2014.
¿Cómo podía ser que no tuviera recuerdos de la mayor parte de las cosas que aparecían en la lista?
Quitando los gastos fijos y algunas experiencias concretas que aún recordaba, había otras muchas cosas, sobre todo objetos materiales, que ya apenas podía recordar.
Si quieres ser más feliz, invierte en experiencias
Mi experiencia del año pasado concuerda con lo que leí en un artículo hace unos meses, que hacía una reflexión sobre por qué los menores de 35 años cada vez tienen una menor tendencia a comprar bienes materiales, como un coche o una casa, sino a invertir su dinero en experiencias como viajar, ir a sitios nuevos con los amigos o aprender nuevas habilidades.
En un primer momento, podemos tender a pensar que un objeto nos hará más feliz que una experiencia porque se puede comprar y poseer físicamente, lo que nos dará derechos sobre él durante mucho tiempo. Por su parte sabemos que las experiencias, como ir a un concierto o volar de vacaciones a algún sitio exótico, siempre tienen una duración acotada en el tiempo y un final.
Thomas Gilovich, profesor de psicología en la Cornell University, condujo un estudio durante más de dos décadas sobre la relación que existe entre la felicidad y el dinero y observó que la posesión de objetos materiales nos hace felices, pero sólo hasta un cierto punto. Aunque comprar una cosa nueva nos puede emocionar al principio, en cuanto nos acostumbramos a ella deja de tener el mismo efecto positivo sobre nosotros. Sin embargo, el placer de una experiencia se mantiene durante un tiempo más prolongado y hay experiencias que pueden proporcionarnos felicidad cada vez que las recordamos durante toda nuestra vida.
Gilovich hizo varios experimentos en los que pidió a personas que valoraran su satisfacción sobre algunas adquisiciones recientes, como una televisión plana o ropa de marca y sobre experiencias concretas que habían tenido recientemente. Pasado un tiempo, volvió a evaluar la satisfacción sobre las mismas adquisiciones. Aunque en un primer momento, tanto las compras materiales como las experiencias tuvieron una valoración parecida, con el paso del tiempo la satisfacción que sentían las personas acerca de los objetos materiales había menguado, mientras que la satisfacción derivada de las experiencias había crecido exponencialmente.
Incluso las experiencias negativas tienen un efecto positivo en tu vida
A veces incluso las experiencias percibidas como negativas en el momento que ocurren, pueden tener un efecto en nuestra felicidad a largo plazo, porque nos permiten evocar situaciones curiosas sobre las que, una vez pasado el tiempo, podemos reírnos con nuestros amigos.
Aunque sé que fue un momento de mucho estrés y no han pasado más que unos meses, ahora no puedo más que reírme cuando recuerdo cómo perdimos el vuelo desde Nueva York porque fuimos lo suficientemente despistados como para equivocarnos de aeropuerto.
O cuando fui a comer a un mercadillo de pescado fresco en Busan y pedí algo al azar – como hacía siempre – por no poder leer los nombres de los platos en coreano. Aún recuerdo lo mal que lo pasé cuando me trajeron un plato con una especie de babosa gigante y me animaron a probarlo.
O por ejemplo mi amiga Flavia, en un viaje por Camboya que hizo en solitario, vivió una situación de vida o muerte cuando tuvieron que operarla de urgencias por una herida que no cicatrizaba y descubrieron que había cogido el dengue. Aunque en el momento lo pasó muy mal, con el tiempo ha contado la historia cientos de veces e incluso escribió un artículo en su blog titulado Flavia vs Flavivirus, que pronto se convirtió en uno de los artículos más leídos.
Ninguna de estas experiencias fueron agradables, sino más bien todo lo contrario, pero una vez superadas las consecuencias negativas todas han quedado en anécdotas que podemos contar, que van puliendo nuestro carácter y nos hacen personas más interesantes.
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Resumiendo, no se trata de que no podamos darnos un capricho material de vez en cuando, que nos sirva de recompensa por nuestros esfuerzos o nos levante el ánimo.
Pero aunque me siga encantando ir de compras, 2015 fue el año que menos gasté en cosas materiales de todos los pasados y aun así lo recuerdo como un año increíble, donde he aprendido cientos de cosas y he vivido muchos momentos que han marcado mi vida.
¿Has tenido alguna experiencia parecida tú también?
No podría estar más de acuerdo Estela
🙂 me alegro de que tengamos una visión parecida!
Aquí la del dengue al habla 😛
Estoy totalmente de acuerdo. Las experiencias o momentos suelen ser lo que llevamos siempre con nosotros y ni se rompen, ni se pasan de moda.
Y sí, lo pasé muy mal con el dengue, pero ahora lo recuerdo mucho más como una anécdota con la que aburro a la gente 😛 (fijo que es una de las batallitas que contaré mil veces a mis nietos)
Un beso,
Flavia
Menos mal que sobreviviste y que te ingresaron en un hospital decente camboyano y que nos podemos reir ahora de eso!
Una entrada preciosa Estela,
Yo creo que esta es una perspectiva que se va adquiriendo con la madurez de la persona ( del que madura), y hay que tener cuidado de no convertirnos en devoradores de experiencias, que también los hay.
Muchos besos!
Para todo hay un límite, para las experiencias también… aunque no me puedo imaginar que haya personas que tengan esa necesidad de consumir experiencias sin descanso.. en mi caso, siempre que hago un viaje largo o tengo unas semanas de mega-actividad, por increíble y divertidas que puedan ser, siempre me apetece volver a la normalidad y a la rutina después de un tiempo.
Un abrazo!
Completamente de acuerdo!!!! Felicidades por el post, es muy instructivo. Yo también vivo en ese proceso de descubrir nuevas experiencias y viajar. Creo que es lo que mas nos «enriquece» con mucha diferencia. Beso.
Me alegro de que te haya gustado y espero que sigas descubriendo y enriqueciéndote más! 🙂
Un abrazo