David Brooks en su artículo The Moral Bucket List escribe que hay dos tipos de virtudes: las profesionales, que puedes poner en tu currículum y las virtudes personales, que son las que las personas comentarán de ti en tu funeral.
Aunque las segundas son las que verdaderamente te hacen ser quien eres y las que los demás perciben de ti, durante toda nuestra vida solemos concentrarnos en mejorar las primeras, en construir una imagen profesional impecable. Pero según va pasando la vida y alcanzamos un cierto éxito en nuestra carrera, nos damos cuenta de que hemos pasado lo más importante por alto. De que no hemos dedicado tiempo a cultivar nuestra esencia personal, la que nos hace ser mejores personas y no solamente mejores profesionales.
Y es que hoy en día existen muchos cursos y programas de formación que te pueden garantizar mejorar una “virtud de currículum” como un idioma o un programa informático, pero muy pocos que trabajen en mejorar las virtudes personales y nos aseguren que vamos a ser más amables, más generosos o más pacientes. Estas últimas se espera que las vayamos adquiriendo con los años, si somos lo suficientemente sensibles como para darnos cuenta de nuestros errores y que las mejoremos – o no – de forma autodidacta.
Y en el ajetreo diario restando las horas de trabajar, descansar y demás obligaciones que se acumulan en nuestra lista de tareas pendientes, es fácil pasar por alto la necesidad de encontrar un hueco para ejercitar nuestras habilidades sociales y altruistas. Suponiendo que supiéramos por dónde empezar.
Es una pena que no exista un máster para encontrar tu mejor yo y conectar mejor con las personas que nos rodean, porque por muy bien que dominemos el Excel, éste nunca nos va a escuchar y consolar cuando tengamos un problema ni va a compartir nuestra alegría cuando tengamos una buena noticia.
Todos sabemos que uno de los pilares del bienestar humano y de la realización personal se basa en tener unas relaciones sociales satisfactorias. A pesar de lo ocupados que estemos con el trabajo, siempre intentamos mantener una buena relación con la familia y los amigos y si en algún momento de la vida estas relaciones se deterioran, es muy probable que nos sintamos profundamente solos y deprimidos.
Pero para aspirar a la realización laboral, hay que ir más allá que simplemente quedar a menudo con la familia o los amigos para comer o echar unas cañas. Hay que involucrarse de verdad con el mundo que nos rodea.
La madurez de una persona comienza a manifestarse cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros (Albert Einstein).
Tener un sueño puramente individualista no suele aportar una satisfacción personal a largo plazo, sino que proporciona el tipo de felicidad materialista a la que últimamente estamos acostumbrados (intensa y breve en lugar de serena y duradera). Somos seres sociales por naturaleza y por esto mismo encontramos que para llegar a sentir realización personal en nuestra vida necesitamos contribuir con una causa que sea superior a nosotros mismos.
Aristóteles dijo que allí donde converjan tus talentos con una necesidad del mundo, se encuentra tu vocación. Si has hecho los ejercicios de definición de objetivos para alcanzar tus metas, tendrás una lista con todas tus posibles identidades laborales. Prueba a hacerte la pregunta, de cuál de tus posibles caminos puede dar respuesta a una necesidad social. Al contrario de lo que muchos pueden creer, esto no hará que tus objetivos personales pasen a estar en un segundo plano y tu desarrollo personal o profesional se entorpezca, sino todo lo contrario.
Si utilizas esta afirmación como guía en tu la búsqueda de tu identidad laboral, acabarás trabajando en algo que disfrutas, que probablemente se te dé bien o que cuentes con la habilidad para mejorar y que además te aporta la realización personal de saber que estás haciendo algo bueno por los demás y por el mundo, que estás dejando tu huella.
Blake Mycoskie, describe en su libro Empezar algo que importe (Start something that matters), cómo conmovido por la situación de niños descalzos en Argentina que no tenían dinero para zapatos, decidió montar una empresa con el compromiso de donar un par de zapatos a estos niños por cada par que vendiera. En un mundo tan competitivo como el de la industria del calzado, fue precisamente la causa que se encontraba detrás de la empresa la que hizo que llegara a las personas y alcanzara buenas ventas.
Del mismo modo, cuenta la historia de otros empresarios que han triunfado en diferentes líneas de negocio motivados por su pasión y un compromiso social, lo que hoy en día se conoce como capitalismo consciente. De hecho, una vez encontrada la causa, dedicarse a su pasión dejó de ser relevante en su búsqueda profesional. Hicieron de su causa, su pasión.
Aunque todos cuentan que más de una vez estuvieron tentados de abandonar ante retos complicados que fueron apareciendo en el camino, tener fe en su causa y en los objetivos que querían alcanzar, les permitió plantarle cara a los miedos y a las dudas y saber reinventarse para poder seguir su camino. Estas personas han conseguido vincular su crecimiento como empresarios con su propio crecimiento personal y con una causa que permitiera mejorar de algún modo la vida de los demás. Y como resultado han logrado sentirse plenos en su trabajo y en su vida.
¿Y tú, crees que puedes encontrar una causa que te ayude a alcanzar tu realización laboral?
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